De las tablillas babilónicas a la cartografía en la elaboración de mapas

De las tablillas babilónicas a la cartografía en la elaboración de mapas

Los registros de mapas más antiguos que se conocen son las tablillas babilónicas con dibujos e inscripciones, circunferencias y triángulos que mostraban un esbozo general de la ciudad y los pueblos vecinos; cinco mil años después los mapas se elaboran con programas, aplicaciones especializadas y con exactitud milimétrica.

Un mapa es la representación total o parcial de la superficie terrestre que facilita la comprensión del mundo; consta de elementos esenciales como la escala, los símbolos convencionales, toponimia, proyección cartográfica o red de meridianos y paralelos sobre la cual se plasma. Son propios de la geografía, disciplina que estudia la distribución, asociación e interacción de los elementos físicos y humanos en un territorio determinado. Las colecciones de mapas que representan un espacio bajo el mismo formato se conocen como atlas.

Herodoto, Hiparco, Ptolomeo y Vespucio son algunos de los nombres que resuenan a lo largo de la historia cuando se habla del registro del globo terrestre mediante mapas. Muchos de ellos se basaron en sus viajes y en la observación; medían las distancias entre dos puntos en función del tiempo que tardaban en llegar de uno a otro y en dependencia del medio de transporte, lo cual provocaba que los mapas antiguos fueran imprecisos.

Debido a que las zonas marítimas y costeras eran constantemente transitadas, se empleaban para trazar los contornos de los países y estimar sus dimensiones. Además de las medidas de los territorios se recurría a los ángulos para calcular las alturas de montañas, cerros y otros accidentes geográficos; este trabajo era realizado por los llamados agrimensores o topógrafos. Sin embargo, los sistemas de medida (estadios, millas, etc.) variaban en dependencia de la civilización o de la ciudad en la que se usaban.

En ocasiones la religión, el nacionalismo o el criterio propio del autor hacían que los territorios fueran representados de forma más o menos extensa. En la Grecia antigua Tales de Mileto y otros estudiosos intentaron reproducir con fidelidad información brindada por viajeros. Ptolomeo fue el primero en reflejar latitudes y longitudes. Durante el auge del imperio romano fue habitual colocar a Roma en el centro del mundo, luego del siglo IV d. C. Jerusalén tomó ese lugar y aquellos sitios distantes de ese centro eran vistos como lugares oscuros, extraños y peligrosos.

En la edad media los mapas típicos se conocían como TyO porque tenían una circunferencia que rodea todo el mapa y representa la Tierra; la T representaba los tres ríos que salían del paraíso terrenal (Tigris, Éufrates y Guihón) y que dividía a la Tierra en los tres continentes conocidos hasta entonces: Europa, Asia y África. Isidoro de Sevilla elaboró el primero de estos mapas en el siglo VII, con información sobre ciudades comerciales importantes, rutas de navegación entre puertos, ríos y montañas.

El geógrafo y cartógrafo Al Idrisi, elaboró un mapamundi invertido, el cual iba acompañado de un libro llamado Geografía; basado en reportes e informes de viaje de marineros y apoyado en dibujantes, Al Idrisi brindó la primera descripción del mundo, incluyendo países, ciudades, mares, ríos, fronteras y caminos principales, clima y otros datos importantes para el comercio y la guerra. A esta creación se le llamó la Tabula Rogeriana debido a que fue un encargo del rey normando de Sicilia, Roger II.

Después de Al Idrisi surgió en Europa una nueva forma de hacer cartografía, las cartas marinas o los llamados portulanos; presentaban la rosa de los vientos, evidencia de la brújula de navegación y un entramado de líneas que atravesaban todo el mapa. Uno de los portulanos más conocidos fue el Atlas de Cresques, una representación de mar Mediterráneo elaborado en 1375.

En 1579 Abraham Ortelius publicó el primer atlas moderno de la historia titulado Theatrum orbis terrarum, en el que se incluyeron 70 mapas de diferentes regiones del mundo. El término atlas se usó inicialmente en 1595 a partir de la publicación de Gerard Mercator, llamada Atlas o Meditaciones cosmográficas sobre la creación del mundo y su figura, en la que aparecía el titán que lideró la batalla por el control de los cielos contra los dioses olímpicos según la mitología griega, midiendo el globo terráqueo con un compás; años después aparecería sosteniendo el mundo sobre sus hombros.

Para finales del siglo XVII los estados comenzaron a financiar mapas nacionales para lo cual recurrían a la geodesia, la topografía y otros instrumentos de alta precisión. A inicios del siglo XVI Juan de la Cosa, dueño de la Santa María y acompañante del primer viaje de Cristóbal Colón, elaboraba el primer mapamundi que incluía al continente americano; en 1507 el cartógrafo alemán Martin Waldseemüller incorporaría en un pergamino con una perspectiva amplia de las dimensiones del nuevo continente, la palabra América y el Océano Pacífico.

Las culturas precolombinas crearon sus propios mapas o códices con mucha destreza con información sobre puntos de comercio, acontecimientos históricos, propiedades, planos de ciudades, estrellas o constelaciones; muchos de estos eran llevados a la corona española para brindar una idea de la inmensidad de estas tierras. Su simbología reflejaba un estrecho vínculo con la naturaleza y sus creencias, de forma que se convertían en expresiones artísticas de su cosmovisión. Representaron los paisajes de forma jerárquica con montañas, ríos y valles dispuestos en distintos niveles, según su importancia. Estos mismos puntos servían de referencia para ubicar otros territorios; a su vez, empleaban códigos y símbolos para indicar la presencia de recursos naturales, rutas comerciales o sitios sagrados.

La información histórica sobre la cartografía de Nicaragua es escasa; los registros evidencian que los primeros mapas fueron elaborados en el siglo XV por los cronistas de indias; a pesar de su poca precisión incluían información sobre las rutas, nombres de ciudades y formas de los territorios. El mapa de Maxmilian van Sonnenstern de 1859 es considerado el primero en presentar con gran similitud la forma y las medidas del nuestro país. Entre 1901 y 1945 la elaboración de mapas era exclusiva para empresas norteamericanas que explotaban los recursos del país; en los años 30 se contrataron compañías extranjeras para hacer mapas de casi todo el país a escalas medianas (1:150.000 y 1:200.000). En años posteriores se comenzaron a elaborar y publicar mapas hidrográficos, políticos y algunos con manuscritos sobre áreas rurales, hasta llegar a los mapas catastrales que incluían coordenadas, nombres de dueños y medidas de los terrenos.

Entre 1946 y 1980 la cartografía tuvo un impulso debido a que el contexto mundial demandaba conocer con precisión extensión y potencial económico de los países; para 1957 se elaboraban los mapas de Nicaragua mediante fotografías aéreas y modelos de elevaciones; poco tiempo después se dieron a conocer las primeras hojas topográficas a escala 1:50.000. a estos siguieron los mapas departamentales y de ciudades a gran escala. En los años 80 con apoyo de la Unión Soviética se actualizaron las hojas topográficas y se capacitó a personal que se integró al recién conformado Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales (INETER).

En la actualidad las imágenes satelitales, ortofotomapas, planimetría, cartografía catastral, la geomática aplicada a estudios territoriales y los Sistemas de Información Geográfica (SIG) ayudan a elaborar mapas precisos con infinidad de datos útiles para el estudio de suelos, monitoreo de áreas preservadas, definición de zonas climáticas, entre otras aplicaciones. A diferencia de los tiempos antiguos, cuando la fuente principal de información era la observación, ahora se cuenta con la geodesia, los satélites, la topografía, los nuevos sistemas métricos que facilitan el diseño de los mapas.